jueves, 16 de abril de 2015

El espacio intermedio

Aunque su trayectoria comenzó en el ámbito independiente con dos inteligentes neo-noirsFollowing (1998) y Amnesia (Memento, 2000)–, pronto resultó claro que las aspiraciones de Christopher Nolan (Londres, 1970) se encontraban en el campo del entretenimiento masivo. A partir de Insomnia (2002), el cineasta ha aspirado no tanto a convertirse en un infiltrado en la industria como a crear un terreno de mediación entre el arte y el espectáculo.

La apuesta por un perfil medio (middlebrow), que pone en tensión lo elitista (lo alto) y lo popular (lo bajo), ofrece al menos un par de lecturas. Por un lado, aunque el fenómeno dista de ser nuevo, Hal Foster ha sugerido la aparición de un sujeto posmoderno pretendidamente desprejuiciado que, sin perfil, avanza por los pasillos de la Megatienda global convencido de que han desaparecido las distinciones de clase (Diseño y delito, 2002). Dentro del campo musical, Simon Reynolds ha planteado otra perspectiva en un artículo para The Guardian (“Stuck in the Middle with You: Between Pop and Pretension”, 2009): si los creadores abandonan el espacio que se abre entre lo experimental y lo comercial, éste será ocupado por Coldplay, no por Scott Walker. Es evidente que Nolan cree en la necesidad de reforzar la existencia de un espectador de perfil medio, e Interestelar (Interstellar, 2014) es una de sus apuestas más problemáticas en este sentido. 

Se sabe que el tratamiento original del guion de Jonathan Nolan –que con su hermano Christopher coescribió la notable El gran truco (The Prestige, 2006) y las dos últimas partes de la trilogía El Caballero de la Noche (2008 y 2012); autor, además, del cuento que inspiró Amnesia– fue realizado para Steven Spielberg. La reescritura del argumento dista de haber borrado sus huellas: inserta en un viaje espaciotemporal encontramos una historia sobre la recuperación de la autoridad del padre. Christopher Nolan ha visto en este dispositivo una nueva oportunidad para innovar del modo en que lo ha hecho en sus mejores trabajos: a través de la estructura narrativa. 

En sus primeros filmes, el británico hizo de los relatos modelos para armar que invitan al espectador a reconstruir tramas fracturadas. Interestelar plantea otro tipo de retos: en un marco genérico específico (la ciencia ficción), la linealidad de la narración es complejizada mediante el desarrollo de temporalidades distintas, cuya coexistencia produce una serie de paradojas. En ese sentido, forma un díptico con El origen (Inception, 2010): se trata de viajes protagonizados por hombres que, separados de sus hijos, luchan por reencontrarse con ellos. En esta última película, el periplo de Cobb tiene como escenario la mente; los traumas, las heridas psíquicas, son los principales obstáculos. En Interestelar el recorrido tiene lugar en el espacio exterior (se busca un nuevo hogar para la especie), donde los retos son impuestos por las leyes de la materia. El origen plantea la dilatación de la experiencia del tiempo a partir de los niveles de sueño; Interestelar explora las paradojas de la teoría general de la relatividad para la vida humana. 

Kip Thorne, el físico teórico que asistió a Carl Sagan en la escritura de la novela Contacto (1985) –llevada al cine por Robert Zemeckis en 1997–, colaboró con Nolan en la composición de un marco científico coherente. Sin embargo, el esfuerzo de fundir en el guion una historia hollywoodense y especulaciones sobre los viajes en el espacio-tiempo (hoyos negros, agujeros de gusano, etc.) lleva a la superficie de la cinta problemas narrativos diversos. El didactismo de algunos diálogos es producto de necesidades comunicativas no resueltas en la escritura. Sin embargo, Interestelar es capaz de ofrecer momentos extraordinarios: hacia el final, Cooper (Matthew McConaughey) ingresa en un universo extradimensional (creado artificialmente por seres enigmáticos), luego de lanzarse al horizonte de sucesos de Gargantúa, un hoyo negro. Ahí puede observar simultáneamente los puntos en la línea del tiempo. 

Interestelar es una nueva reflexión de Nolan sobre el cine como artificio. (Es un director que rara vez sostiene la mirada, como delata la abundancia de cortes en sus secuencias.) En su filmografía, el medio es magia y asombro (El gran truco), un sueño colectivo (El origen), un viaje en el tiempo y el espacio: «tal vez hemos olvidado que aún somos pioneros, y que apenas hemos comenzado». Las palabras de Cooper a su suegro, ante una tierra que pronto será estéril, pueden leerse como la negativa de Nolan a reducir su ambición. La puesta en imágenes de Interestelar revela desajustes de escala: deslumbrante en sus paisajes (con referencias a Kubrick, Tarkovski o Ridley Scott), es esquemática cuando se detiene en sus personajes (en eso se vincula a Spielberg y Shyamalan). No se acerca a los mejores trabajos de su autor, pero revitaliza con dignidad una tradición fílmica. Interestelar es el recordatorio de que, aunque hemos mirado las estrellas durante milenios, a últimas fechas sólo somos capaces de morder el polvo.

La Tempestad, México, enero-febrero de 2015

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